Terminator 2

Terminator 2

Decía un amigo mío que los que somos de lágrima fácil, lo somos para siempre.

Él, que nunca lo fue, nos detectaba con un sexto sentido. Ese que da intuir una lágrima mucho antes de que se forme en el lagrimal. Y además en ojo ajeno.

Depende del momento, de la edad, de la oportunidad, puede ser un fastidio o todo un orgullo eso de las lágrimas inoportunas. Lo cierto es que no lo podemos evitar. Como el joven John Connor delante del Terminator 2, carente de emociones que no podía entender lo que son las lágrimas ni por qué los humanos tenemos la sorprendente costumbre de llorar.

Entro en una sala impoluta llena de gente sonriente y segura de su eficiencia. La emoción que ha ido en aumento en las últimas horas, ahora es un torrente que no puedo dominar. Lo intento e intento disimular, ya son muchos años y sé cómo se hace. Gafas de sol, mascarilla hasta arriba, mirada perdida…

Cuando la enfermera me pregunta mirándome a los ojos, en que hombro prefiero que me pinche, ya no puedo estar seguro de que no vea las lágrimas en mis ojos. Le contesto que en el izquierdo, soy agricultor y no puedo sacrificar la fuerza del derecho que necesito para seguir adelante.

He visto en estos meses de pandemia morir a algún amigo y sufrir tanto, tanto, tanto, a otros muchos que no puedo ser indiferente a ese pinchazo.

He visto con desesperación nuestros invernaderos destruidos por los ciclones, he pasado miles de horas en soledad porque no eran posibles los encuentros y la colaboración de muchos de vosotros que nos ayudáis a que esto sea posible. No os he tenido, ni a vuestros abrazos. Y ha sido muy difícil. Mucho.

Y miro a mi enfermera que se inclina dispuesta al pinchazo, y me sale como un vómito irreprimible decirle:

– “Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”

– Y me responde, ella que ya peina canas: «lo vamos a conseguir”

– “Seguro que sí”, le digo yo

Y ahí dejo la cosa no sea que ella también sea de lágrima fácil y la liemos parda.

Y en la sala de espera continúo llorando ya sin tanto pudor, algo tendré que agradecerle a la mascarilla.

Dos días después miro las plantas de tomate ya florecidas y las veo con otros ojos. Los invernaderos que pudimos salvar ya están en pie y cumpliendo su misión.

El molino ya casi preparado para ser lo que siempre quiso ser, la Gran Casa Común.

El río lleva agua y los corzos bajan a beber. Y las nutrias. Y los zorros. Los veo desde mi ventana cuando me levanto.

Y un año más, como diría Machado, con el milagro de la primavera, la vida volverá en forma de tomates o en forma de vacuna o en forma de remotos destinos donde viajar o lo que más nos guste, pero volverá.

Seguro que volverá. Porque como decía el bueno de Arnold Schwarzenegger en boca de su Terminator 2:

– “Ahora sé por qué lloráis”

https://www.youtube.com/watch?v=j3HZenH5WB8

 

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