Como ya os conté ahora toda va muy deprisa, solo queda currar y currar. Ha llegado el momento de la verdad. El pasado jueves 26 de junio nos comimos el primer tomate rosa de montaña de nuestro huerto.

Como éste es un momento importante, algo así como la culminación de un proceso y el comienzo de otra etapa, merece un poco de literatura, porque como casi todo lo que nos ocurre a nosotros, tiene algo de casual, algo de sorprendente.

Nos encontrábamos el pasado jueves 26 de junio analizando con Víctor y Loreto, nuestros asesores sobre plagas y cultivos ecológicos, unos pulgones sospechosos que habían aparecido en algunas hojas, cuando de repente, camuflado entre las hojas y la paja del suelo, apareció «el tomate».
El que lo descubrió fue Víctor, que con sus ojos de experto se ve que mira de manera diferente a la nuestra. Nosotros, que pasamos por ese mismo sitio mil veces cada día, no lo habíamos visto.

Estaba en el segundo invernadero, el que se supone que tendría que tener los tomates maduros unas tres semanas más tarde que el primero. Pero así es la vida, el hombre propone y la naturaleza dispone. Estaba perfectamente rosa y sano. Le dimos un agua para quitarle los restos del purín de ortiga que usamos como preventivo y a probar entre todos este primer hijo del largo parto que está resultando esto de «que te quiero verde».

Y serán los nervios, o la sensación de estar delante de tantas horas de trabajo, el caso es que nadie quería ser el primero en hincarle el diente.
Sabía de maravilla. Ese sabor primitivo, auténtico, que, como la Magdalena de Prous, nos devuelve a los tiempos en los que los tomates sabían a tomate.
Qué emoción, nuestro primer tomate y es de los buenos. Qué orgullo.

Y ahora a esperar que en unos días «enrosezcan» los demás y habrá tomate para todos los que los estáis esperando con tanta impaciencia.

Mientras tanto, a falta de automatizar el riego, ya casi hemos finalizado las infraestructuras del huerto. Hemos colocado la caseta de aperos, montada toda la tela de sombreo y entutorado todos los tomates. Ahora día tras día, horas de trabajo de jardinería fina para que las plantas de tomate estén perfectamente podadas, limpias de malas hierbas y felices de estar en este rincón tan especial de Pirineos.

Es lo que tiene la agricultura ecológica, que como no utilizamos ningún herbicida ni producto químico de control, hay que trabajar el doble. Y todo a mano. Y todo con cariño.

En breve podréis comer estos tomates que son un poco de todos porque así me lo hacéis sentir todos los días con vuestras llamadas, vuestros correos y vuestros pedidos (https://quetequieroverde.es/pedidos-anticipados/).

Y de nuevo invitaros a visitarnos este verano. Ya sabéis que contamos con una pradera maravillosa para vuestras tiendas y en La Puebla de Fantova tenéis magníficas casas rurales.

Os prometemos que no os vamos a poner a currar nada más llegar…

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