campesinos montañeros

campesinos montañeros

Cuando era más joven y mis sueños de alpinista estaban llenos de literatura, siempre me impresionaba algo que había leído en las novelas de Frison-Roche donde contaba las hazañas de los primeros guía de Chamonix.

La mayoría de estos guías eran agricultores y acompasaban sus ascensiones al ritmo de las cosechas. No comenzaban sus escaladas en las montañas que los rodeaban hasta que el heno no estaba recogido es sus pajares.

Mil veces me preguntan, aún hoy, que me llevó a establecerme en La Puebla de Fantova. Cómo viniendo de la más estricta urbanidad, se puede acabar cultivando tomates en uno de los rincones más desconocido de los Pirineos.

Depende del día la respuesta tiene un formato u otro, pero lo cierto es que fue por amor.

Por amor a las montañas. Por tenerlas cerca, por contemplarlas por la mañana cuando desayuno en casa de Anne y por saber que, aunque no siempre las vea, están cerca de mí.

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Y por eso nuestros tomates son de montaña y los que los cultivan serán siempre montañeses. Como de los campesinos de Chamonix surgieron los mejores guías del Mont Blanc.

El fin de semana pasado fue un buen ejemplo de lo que es nuestro proyecto que te quiero verde, muchos amigos trabajando para hacer viable un sueño. Retiramos las mallas antigranizo, se levantaron las 3.600 plantas de tomate del año anterior y se preparó el terreno para la nueva cosecha. Además, limpiamos los huertos de unos chopos que amenazaban nuestra integridad física y con eso dimos los primeros pasos para sanear la zona con vistas a los planes de futuro que tenemos.

Trabajamos mucho y bien, unas 170 horas entre todos, limpiamos los diferentes huertos, abonamos con estiércol de oveja repartido a mano y con cariño, pasamos el motocultor un millón de veces, comimos longaniza asada en las brasas, degustamos con placer las tapas de trufa en Graus el sábado noche, y conseguimos una estupendas agujetas que nos acompañaron toda la semana.

Pero ya falta menos para los tomates de este año.

Ah, y nos reímos, nos reímos mucho y se nos puso ese color de cara que da la felicidad de trabajar al aire libre.

Muchas gracias a Paloma, Iván, Alicia, Miriam, Philippe, Tana, Liliane, Tresa, Manu. A la hospitalidad de Anne que puso su maravillosa casa. Y por supuesto, y como siempre, a los fenómenos de La Puebla de Fantova, José Luis, Chirón y su hijo Joaquín, no sé que haríamos sin ellos…

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Y luego, con la tarea finalizada, despacio, en un día radiante lleno de luz, la ascensión al Turbón (1.200 m. de desnivel) nos hizo soñar que, quizás, en otra vida, también nosotros fuimos guías de Chamonix.

 

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